En un juego de basket puede representarse toda una sociedad. Yo no suelo ser espectadora de deportes, pero en esto del arte de las negociaciones en las relaciones de pareja a veces me toca asistir a partidos de baloncesto en Madrid. Quizás por eso lo observo todo con la curiosidad del recién llegado.
En el cuadrilátero que conforma la cancha confluyen todas las ansiedades del público que asiste (menos yo, claro). Siempre me pregunto si eso no pondrá nerviosos a los jugadores, yo creo que me pondría histérica con tanta presión externa, no soy tan competitiva…
Los jugadores juegan y la gente los aplaude, les grita, lo vitorea, los anima. Poco a poco vas sintiendo la energía arrolladora que emerge en todo el lugar cuando el equipo de casa va ganando.
En los descansos sobrevuela un minidirigible publicitario anunciando el seguro Asefa, mientras que en una pantalla gigante rodeada de carteles de Coca-Cola se anuncian una y otra vez patrocinadores como la autoescuela Lara, cuyo coche invade hasta el carro de la famosa estatua de Neptuno de la ciudad; una Air Europa que aplica un buen golpe de efecto al poner como imagen a Leo Messi, Paz Vega y mi queridísimo Alejandro Sanz; por no hablar de la pantalla que bordea la cancha con el rostro de Rafa Nadal cada no sé cuántos minutos anunciando Kia, al igual que los shorts del equipo local (Estudiantes) con el logo del metro de Madrid… en total, mas de 10 marcas publicitándose simultáneamente intentando que por lo menos alguno piquemos con la excusa de un juego. Un juego que representa el deporte. El deporte que significa vida sana para las personas, alejamiento de peligros para los jóvenes. Y como es algo sano es bueno verlo. Al igual que la publicidad.
Y como colofón, un grupo de profesores en la tribuna superior con las ya conocidas camisetas verdes como elemento identificativo protestando por los recortes en Educación, presencia que la hinchada del Estu (la famosa Demencia entre sus seguidores) aprovecha para gritar «Esperanza, hija de puta» (presidenta de la Comunidad de Madrid) a lo que los profes contestan con aplausos eufóricos…
La sociedad misma a propósito de un juego.