La magia de San Juan

Son casi las 2 de la mañana y tengo ganas de escribir, no quiero acostarme sin hacerlo. Hoy no hubo casi trabajo en el bar y me enviaron temprano casa, así que no me quedó más remedio que venirme a descansar.

El señor del autobús era muy simpático, aunque tenía el aire acondicionado a tope y yo tenia frío estaba encantada. Me dio por pensar entonces que a pesar de todo siento que no estoy disfrutando completamente la ciudad, quizás principalmente por la incertidumbre de no saber qué vendrá. Aunque ayer fue un día excepcional.

Era San Juan y por casualidad me enteré de una asociación catalano-venezolana que iba a festejar la ocasión mezclando las costumbres de ambas regiones, y me fui para allá atraida por la nostalgia de recordar las fiestas del terruño… Efectivamente terminé llorando (yo es que soy muy llorona), llorando mientras la gente se reía, bailaba y bebía. Un grupo de danzas catalanas hacía el baile dels bastons y alternaba con los venezolanos y sus tambores.  Éste último grupo estaba formados por el chico que cantaba al santo al son de la percusión, otros tres que ponían el alma en las manos para hacer música mientras las mujeres vestidas de blanco y colores iban bailando, y un muchacho con el santo en las manos bailándolo. Eran las fiestas negras de Venezuela, las que heredamos mezcladas y pasaron a ser celebraciones religiosas con elementos paganos, el santo Juan como excusa para festejar con algo tan primitivo como la percusión africana y unos bailes que, como dijo una espectadora, son un perfecto ritual de apareamiento: el chico rodea con el movimiento de sus caderas el cuerpo de la mujer mientras ella baila a su vez, pero nunca llega a tocarla, porque ella se le escurre, la gente alrededor anima y luego se van alternando los danzantes.

Cuando era niña íbamos todas las vacaciones a uno de esos pueblos costeros negros, no recuerdo por qué ni a quién se veneraba, no sé si era San Juan o San Benito, pero mis primas y yo terminábamos bailando en medio de la comparsa que bailaba al santo. Ayer conecté con todo ello y me conmovió mucho.

Después, como trabajaba hoy no quise bajar a la playa para no acostarme tan tarde, me fui con mis compañeros de piso cerca de casa, al pie de la imponente Sagrada Familia donde los vecinos habian organizado sus fiestas. En una esquina estaba la hoguera, y mi compañero me dijo que la tradición era tirar un papel escrito con lo que uno no quiere ya en su vida y luego otro papel con lo que se quiere recibir…. me encantan estos rituales y así lo hicimos. Mientras, los niños estaban alrededor corriendo mirando el fuego bajo la vigilancia de sus padres, los petardos no dejaban de sonar y la 0rquesta se preparaba para empezar a tocar, nosotros conversábamos y yo observaba el fuego, me resultaba tan llamativo este gesto, tantos siglos después, que esconde la adoración a los elementos de la naturaleza y que seguimos realizando, y me encantaba la vista del fuego y la Sagrada Familia de fondo, símbolos pagano y religioso (o pagano también?) y allí tuve la sensación de estar viviendo un segundo mágico, mi propia magia de San Juan.