La noche empezó en la tercera planta de la Casa del Libro. Y yo no podía estar más contenta después de buscar sustituto en el restaurante y dejar de trabajar ese día con todo el remordimiento del mundo.
Quería conocer en directo a Curro desde hace tiempo, lo sigo en las redes, y esa calidez que transmite en sus largos textos en su página de Facebook siempre me gustaron. Luego admiré su valentía cuando dejó su trabajo para irse unos meses solo a escribir su futuro libro y últimamente me alegro por el éxito que está teniendo su sueño ya cristalizado.
Por eso quise ir a la presentación, porque algunas personas entusiasman y contagian con lo que hacen.
La sala estaba llena, con su mejor amigo presentando al escritor y al libro, y la actriz Nuria Gago acompañando como lectora de un poema muy importante para Curro y para la historia.

Presentación de Una Nueva Felicidad de Curro Cañete

Curro
Yo me ubiqué más o menos en la sexta fila del medio de la sala. Curro llegó con unos minutos de retraso y enseguida tomó la palabra para explicarse y darnos la bienvenida.
Descubrí a un chico valiente con sus sueños, que cree en los milagros y los confirma con los hechos. Con un acento lleno de salero andaluz y una frescura adolescente en un espíritu pleno de experiencias y el propósito de aprender.
Llegó y dijo que no quería hablar del libro, pero en realidad su vida es parte de él. Desde el primer momento nos hizo reír con sus salidas sin filtro y me conmovió al contar de sus razones respecto a la muerte. Soltó frases maravillosas que me anoté para no olvidar, como que la magia es lo que está más allá de lo establecido y aparece cuando estás abierto a lo inesperado, o que las personas valientes son más felices, por eso hay que procurar la valentía aunque sea fingiendo al principio que uno lo es hasta que se convierta en hábito.
Creo que su cercanía propició el desenfado del ambiente, y entendí que no podía ser de otra manera cuando afirmó que tener la muerte presente nos quita muchas tonterías que tenemos en la cabeza. En la vida cada uno tiene su propio caos, y esa persona a la que te estás enfrentando en un momento dado está luchando-trabajando el suyo.
En la ronda de preguntas le interrogué sobre su proceso, pareciera que siempre ha estado viviendo en ese estado de alegría y confianza en el que a mí me gustaría estar la mayor parte del tiempo y que me cuesta tanto a pesar del trabajo diario. Habló sobre la autobservación, el trabajo permanente, el estado de alerta pero sin esperar cambios inmediatos, se trata más bien de conseguir pequeños milagros con el esfuerzo de cada día.
La noche siguió con una conversación entre amigos, la de dos soñadores que una vez quisieron ser y lo lograron, la de dos jóvenes que entre colegas de adolescencia, ratos libres, pagas usadas y reuniones al margen de lo correcto, descubrieron su vocación, y a ella se dirigieron, con ella convivieron. Por ella hoy viven y no sobreviven.
Nos quedamos conversando porque eso era lo que apetecía, y yo los escuché narrar sus historias, cómo comenzaron por diversión y porque sí, porque era lo que les salía. Cómo aquello fue tomando forma de proyecto de vida, cómo consiguieron cada paso, cómo cada tropiezo enseñó. Cómo lograron dedicar sus 24 horas a ello.
Y entre anécdotas, recuerdos comunes con el reencuentro, preguntas por aquellos que ya no se ven, pasó la noche.
Y yo sentí que es bueno conocer gente que trabaja por sus sueños. Que cae y sigue, que se toma su tiempo sin perder el paso. Pequeños grandes triunfadores y conductores de sus vidas.
Porque el éxito comienza cuando sientes que amas lo que vas descubriendo, te encuentras pleno con los pasos, porque sabes cuál es el posible destino, ves que eres diferente a ayer porque has trabajado en tu interior aquello que te impedía conciliar el sueño, como cuando concientizas que la ansiedad se está comiendo parte de tu vida.
Es un estado en el que te miras al espejo y estás contento con lo que ves. A pesar de los defectos, de los errores, de los fracasos que te han pulido, de tus manías que suponen una traba, el café obligatorio de las mañanas, las tres mil vueltas para dormir, los gestos que dan suerte y los que no.
Te miras a los ojos en el espejo y sientes que eres coherente, que tus sueños conectan con tu realidad. Que cuando cumplas 80 mirarás atrás y te sentirás orgulloso de lo que has vivido.
Ha pasado un mes y sigo pensando en esa noche. Son noches bonitas, que te hacen recordar el sentido de tu vida.